Por la carrera 33 viene uno de Puerto López, tal vez con bronceado agropecuario y sintiendo el calor seco en una camioneta con sus ventanas abiertas, la ropa podría traerse polvorienta dependiendo de lo lejos que se venga.
En la parte de atrás, vendrán yucas, mandarinas, mangos marañones y hasta un pescado fresco en una nevera de Icopor (poliestireno espandido) para repartir en las casas de algunos familias queridas.
Como pasajero uno no se quiere dormir por no perderse el paisaje del camino y también porque se anda tomando tinto desde las cinco de la mañana, pero si ya pasó el medio día, obviamente uno trae una sensación inevitable de llenura por algún suculento almuerzo llanero.
El que es precavido ya tiene un chinchorro (Hamaca) también en Villavicencio, a lo sumo en el patio o el jardín y en eso se viene pensando, en llegar a sacarse las botas y descansar o darse una buena ducha para entregarse a algún placer vespertino en la ciudad.
Ver a Cristo Rey desde esa entrada es estar ya en Villavo, es el fin de la jornada para ganaderos, comerciantes, camioneros y todos los que tienen que ver con el agro. para otros es el regreso del paseo de fin de semana.